Esta semana nos convoca Molí Del Canyer, bajo el tema Travesuras.
Si queréis disfrutar del placer de leer más relatos los encontrareis en su blog
Molí Del Canyer.
Así empezábamos todas las reuniones de aquellos veranos en
un pequeño pueblo perdido en el universo. Los cinco hermanos nos juntábamos en
el desván, rodeados de trastos viejos y toneladas de polvo, todas las mañanas. Con
el cuerpo bien alimentado de chuches que habíamos ido robando cuando nadie
miraba, hablábamos de que o quien iba a ser la próxima víctima de nuestras fechorías.
Hicimos muchas trastadas, como entrar en
la iglesia cerrada y bebernos el vino, cambiar de colgador la ropa de los
vecinos, dejar cosas pringosas en la entrada de las casas, poner pegamento a
los asientos del parque… pero hubo una que jamás olvidaré, la que sufrió
nuestra victima favorita, nuestra abuela María Luisa. La pobre mujer tenía el
cielo ganado, recuerdo que solía dejar la dentadura postiza metida en agua y a
nosotros nos pareció una gran idea, una muy divertida, echarle cayena picada
dentro. Como podéis imaginar, al meterse los dientes, la boca empezó a arderle
y ella sin poder hablar intentaba explicar gesticulando lo que le pasaba. Nadie
sabía que le ocurría, nosotros obviamente no dijimos ni mu, por lo que se
pasaron media mañana en urgencias. Por supuesto nos cayó la bronca del siglo y
mi madre, a la que le gustaba que aprendiésemos las lecciones por nosotros mismos,
nos tuvo comiendo comida con extra de picante toda la semana. Después de eso,
entre todos pactamos que la abuela se convertiría en intocable, desde ese día la pobre
vivió tranquila.
Terminábamos los días acostados en la cama y a modo de
buenas noches siempre recitábamos al unísono:
Travesura realizada.
Dios mío!!! esa sí que fue grande ¡Y yo que me creía que mis travesuras eran gordas!
ResponderEliminarAinss qué recuerdos y aquellas travesuras cómo divertían.
ResponderEliminarUn beso.
Dos cosas tenemos en común...perdón, son tres...Mi abuela se llamaba Maria Luisa...dulce como ninguna, tenía muchos hermanos como tú..yo 6...y la tercera, fui la niña mas traviesa de las 4 mujeres e incluso del varón...me robaba el carro de mi mamá desde los 10 años..hacía cross desde los 11..y ...paré de contar..
ResponderEliminarPor eso tu relato me ha hecho recordar tantas travesuras con mis hermanos y aún sin ellos..por eso cuando mis hijos hacían una de las suyas siempre pensaba:"..paciencia.. son niños..ya crecerán..."..Besossss jueveross
jeje hacer travesuras es parte de la diversión de la infancia, partiendo de la base del libre derecho a la inocencia!
ResponderEliminarUn abrazo
Para ese nivel de travesuras hay que tener un don, como quien tiene el don de realzar cálculos matemáticos con mucha rapidez o recordar cosas con solo leerlas o mirarlas.
ResponderEliminarY también hay que tener mucha paciencia para ser víctima constante como la abuela María Luisa.
Anda que si tubieramos que dar un premio a la mayor travesura, tu te lo llevabas, pobre abuela Maria Luisa ademas vuestra madre os hizo crcer empatia a la fuerza. Muy buen relato. Besos.
ResponderEliminarDonde las dan las toman jajajaj Pero eso sí eran travesuras de chiquillos... Me encanta... Nada como la picardía...
ResponderEliminar¡¡¡Pobre abuela!!!
Un besazo enorme.
El juego es el factor que más influye en el aprendizaje de los niños. Las travesuras no son sino juegos que les ayudan a crecer. Claro que hay travesuras y travesuras, la de la cayena fué de nota.
ResponderEliminarUn abrazo.
Pobre abuela.Si que erais traviesos, vaya que sí.
ResponderEliminarUn abrazo
Menudas travesuras.. me gustan. Abrazos
ResponderEliminar¡Que peligro esos cinco! Madre mía, lo vuestro era tremendo ajjaajaja y esa abuela María, ponerle un monumento!
ResponderEliminarUn beso
Casi me ahogo riendo, me imaginé a la pobre abuela... pese a todo, qué lindos esos momentos compartidos!!!
ResponderEliminarUn beso.
¡Yay! esta sí que es una buena trastada. Imagino la pobre abuelita con esa quemazón en la boca. Las travesuras de la niñez, no podremos olvidarlas! =)
ResponderEliminarBeso